viernes, 21 de marzo de 2014

Psicólogos, traumas y Twitter.

Primera visita... DE-SAS-TRE.

Entré a la oficina de la psicóloga, todo bien, me dijo que ya había tenido una sesión para hablar con mis papás sobre mi hace dos días, me pidió que me sentara, con la poca delicadez y suavidad que tengo caí de golpe en la -muy dura como para hacer sentir cómodo a alguien- silla, recitó el típico discurso de un profesional de la salud educado en una buena universidad que tiene suficiente tiempo en el rubro como para poder decirlo dormida "Puedes quedarte tranquila, lo que digas va a quedar aquí." Y yo, como no puedo controlar mi lengua cuando estoy enojada -y es bueno considerar que ese día no estaba en mi más brillante humor- le mencioné que ya había ido al psicólogo antes y que lo había dejado porque sentía que me hacía más daño que beneficio.

Cuando llegó el momento de los tortuosos test de dibujos, me pidió que dibujara una persona bajo la lluvia, y aunque le mencioné reiteradas veces que yo ya conocía ese examen y que lo había estudiado a profundidad durante mis hermosos años de ocio, insistió en que aún asi lo hiciera, sabiendo yo que no me serviría de nada, porque había memorizado las respuestas hace mucho tiempo. Luego de hacer el dibujo (bastante feo a decir verdad) me pidió que dibujara una familia (aquí es donde viene el drama) Dibujé: Un papá, una mamá y dos hijos, para ser un poco más detallados, el hombre se encontraba en la esquina, vestido con una polera manga corta, un brazo pegado al cuerpo y el otro estirado, a su lado, una mujer con vestido, su mano practicamente tocando la de el hombre, pero sin poder realizarlo totalmente, al lado de la mujer había una niña, sin ropa específica, la mano estirada hacia la mano "libre" de la mujer, pero sin estar ni cerca de tocarla, y en la otra punta de la hoja, un niño, pantalón y polera de manga larga, con los brazos pegados al cuerpo. Ninguno de los dibujos tenía una boca, tan solo ojos, sin expresión. La psicóloga me pidió que le dijera con quien me identificaba más -la hija- quién era la persona más feliz del dibujo, a mi parecer, la mamá, luego la más triste -o menos feliz-... Siendo sincera, me puse a llorar y no pude contestar hasta estar relajada que creía que era la niña. El resto es un trauma que no puedo contar sin mojar totalmente el teclado.

Resumiendo cuentas...

Odio los psicólogos, para mi, es como esa película romántica que sabes que te va a hacer llorar, pero por motivos de fuerza mayor, aún debes ver. Es una sensación extraña, al saber que estoy yendo donde un doctor al que la gente recurre cuando ya su vida no puede ser más horrible me hace creer que lo único que me falta para estar arruinada es el delineador negro en exceso corrido, una hoja de sacapuntas y una mariposa a punto de ser asesinada.


Después de cinco días sin mi maravilloso pajarito azul, me di cuenta de que he estado hablando sola más de lo normal, pues claro, para eso tenía mi Twitter, que afortunadamente, nadie leía, exceptuando tal vez mis delirios amorosos por Julio Verne -con el cual estoy segura que tuve un lío amoroso en mi vida pasada-, mis comentarios sarcásticos acerca de ciertos temas y mis muy adolescentes "Odio mi vida."

Dando terminado el tema, les deseo una buena tarde/mañana/noche, según el horario en que lean esta publicación.

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